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Por qué no deberías estar usando un semáforo de conducta en la clase

A menudo, las herramientas que funcionan para mantener el control del grupo y la jerarquía entre profesor/a y estudiantes, se transfieren entre generaciones de docentes. El semáforo de comportamiento o de conducta es un clásico en educación infantil y primaria, por lo que es fácil encontrarlo en las clases de formas muy variadas y, aparentemente, amables. Sin embargo, si reflexionamos sobre lo que representa, lo que ofrece y cómo afecta a las estudiantes, llegaremos a la conclusión de que no es una herramienta nada positiva y de la cual, se puede sacar poco o ningún aprendizaje. Leer este artículo te ayudará a comprender por qué no deberías usarlo en clase y plantearte la posibilidad de utilizar alguna alternativa.

Imagen que representa un semáforo de conducta

Control sin incentivos

Imagina por un momento que entras a trabajar a una tienda de ropa y accesorios de deporte. Pongamos que durante un tiempo trabajarás reponiendo productos, después pasarás a caja, y con el tiempo, a una sección. Si haces bien tu trabajo, serás reconocida y además puede que llegues a ser ascendida a jefa de departamento e incluso gestora. Desde luego, proponerse ese tipo de metas augura un futuro prometedor, con un reconocimiento a tu esfuerzo en forma de un ascenso a una posición de mayor responsabilidad y mejores condiciones económicas y laborales. Sin embargo, si en tu trabajo lo mejor que te podría pasar es mantener tu estatus, es muy probable que termines siendo degradada en algún momento y tu sentimiento hacia el trabajo sea de apatía como poco.

Ejemplo de semáforo con incentivos.
Ejemplo de "semáforo" con incentivos.

Esto mismo ocurre con el semáforo de conducta. Las estudiantes comienzan cada día en la posición verde y las únicas posibilidades pasan por mantenerse igual o ir a peor (amarillo o rojo). Si no hay una opción de mejora, sólo aprenderán qué cosas no deberían hacer para no meterse en problemas, pero difícilmente descubrirán conductas que sean beneficiosas para el grupo. Por tanto, lo primero que deberías plantearte, si estás decidida a utilizar un semáforo de conducta en tu clase, es ofrecer posibilidades de mejora y reconocimiento.


En nuestra web tienes varios diseños editables:

Si es de conducta, es de conducta

Aunque parezca absurdo, es necesario recordar que se trata de un sistema de gestión del comportamiento, por tanto, no ha lugar a mover la pinza a amarillo o rojo por cuestiones académicas. Es decir, no haber traído ciertos materiales a clase, no haber hecho la tarea correspondiente el día anterior, no saber un contenido o no ejecutarlo correctamente, puede responder a numerosas razones emocionales y contextuales que no dependen directamente de la alumna (y de las que, a menudo, no somos conocedores), por lo que forzarle a bajar la pinza por algo de lo que no es completamente responsable, además de ser injusto, le desconectará del aprendizaje y del grupo durante un tiempo indeterminado.

Recoges lo que siembras

Ejemplo de "semáforo" en positivo.
Ejemplo de "semáforo" en positivo.

¿Te atreverías a eliminar la posibilidad de bajar la pinza? Algo en lo que insisten los grandes estudiosos de la ciencia de la educación es que, si la docente busca comportamientos positivos, encontrará comportamientos positivos. Así pues, con el semáforo tradicional (verde-ámbar-rojo), lo más probable es que la docente sólo halle comportamientos no deseados en la clase, ya que el foco está puesto en detectar este tipo de conductas.


Independientemente de si tu semáforo tiene apartados negativos o no, se trata de que busques frecuentemente comportamientos deseables entre el alumnado y los destaques públicamente. Pueden variar desde la forma de sentarse hasta cómo interactúan entre ellas. Tus estudiantes aprenderán que la mejor forma de conseguir tu atención es mediante acciones positivas y se contagiarán rápidamente. Los reconocimientos y las celebraciones (subir la pinza, aplausos, felicitaciones, hacer la ola, etc.) ayudan a generar buen ambiente en el grupo y a multiplicar la aparición de este tipo de conductas deseables. Por supuesto, las acciones no deseables no desaparecerán completamente, pero se verán reducidas considerablemente.


La privacidad importa


Con demasiada frecuencia, ir a bajar la pinza se convierte en algo parecido al "paseo de la vergüenza", ya que se suele comandar al alumnado públicamente y viene acompañado del silencio y la observación del resto del grupo. No sólo baja el ánimo general de la clase, sino que la estudiante que baja la pinza desconecta de la lección y, si esto ocurre frecuentemente con la misma alumna, además de afectar a su autoestima y la imagen que tiene de sí misma, puede llegar a producir rechazo social y etiquetas.


Llevar a cabo acciones con consecuencias negativas (ej., dañar los sentimientos de una compañera a través de un comentario ofensivo) es parte del proceso de aprendizaje conductual y, como tal, es necesario que ocurra para poder reflexionar conjuntamente acerca de lo ocurrido y qué otras posibles opciones habrían sido más factibles. Pero para que se produzca este aprendizaje, hay que procurar un ambiente de privacidad que permita a la estudiante en cuestión sentirse segura emocionalmente durante la conversación y salir de ahí viéndose capaz de tomar mejores decisiones en el futuro.


 

¿Utilizas una alternativa al semáforo tradicional en tu clase? ¿Tienes otra herramienta positiva que te funciona? Comparte con nosotros tus experiencias y tus ideas a través de los comentarios en el blog o las redes sociales (@sherpaeducacion).


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1 comentário


Convidado:
27 de mar. de 2023

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